viernes, 30 de marzo de 2012

ESCARBANDO LA VERDAD, DESENTERRANDO LA JUSTICIA

“PALABRAS Y RESISTENCIAS EN LA COMUNA 13”.

La violencia desatada durante y después de las incursiones militares y paramilitares en la Comuna 13 durante el año 2002, ha dejado profundas heridas en sus habitantes y en familias que, viviendo en otras zonas de la ciudad, han dejado un trozo de sus vidas en este lugar.
En muchos casos el dolor, y el miedo que lo acompaña, ha sido la razón del silencio y la parálisis, pero en otros –en muchos otros- se ha constituido en motor de las exigencias de verdad y justicia.
 
 

jueves, 15 de marzo de 2012

“¡Por nuestra memoria y dignidad, soy comuna 13!”

Por Redaccion Plano-Sur
Siendo las 3 de la tarde aproximadamente del sábado 25 de febrero, miembros de organizaciones defensoras de derechos humanos, ciudadanos de Medellín, familiares de víctimas de la Comuna 13 y medios de comunicación nos dimos cita en ese territorio medellinense duramente golpeado por el conflicto armado interno con el firme propósito de proclamar al unísono: “¡Soy Comuna 13, donde la memoria y la vida son presente!”.

Partimos desde la entrada a Villa Laura, seguimos hacia las Independencias, por las escaleras eléctricas -esas que se predican públicas, pero por cuyo acceso algunos miembros de bandas han llegado a cobrar $500 a los moradores de viviendas cercanas, y que, todo debe decirse, son un esperpento y un derroche-, y luego, hacia el veinte de julio para finalmente bajar hasta San Javier.
Se valía todo: canciones, bailes, consignas, pitos y máscaras coloridas.
Y las consignas llenaban de color y sentido a la marcha, proclamando:

“¡Escarbar la verdad, desenterrar la justicia, no más escombros sobre la memoria de las víctimas!”
“¡Ni perdón ni olvido para los crímenes de lesa humanidad!”

“¡Sí señor, cómo no, el estado los mató!”
“¡Ni perdón ni olvido para el mayor general Mario Montoya.. culpable!”
“¡Somos víctimas, fue el estado y los nombres no olvidamos, ni Orión ni Mariscal!”
“¡No a la militarización de nuestros sueños, de nuestros suelos, de nuestras vidas.!”
“¡Por qué, por qué, por qué nos asesinan si somos la esperanza de américa latina.!”
“¡Por nuestra memoria y dignidad, soy comuna 13.!”
“¡Por el cierre de la escombrera, soy comuna 13.!”
“Porque vivos se los llevaron, vivos los queremos.”
“¡Por nuestra memoria y dignidad, soy comuna 13!”

En el 2012 se cumple el aniversario 10 de las operaciones Orión y Mariscal y para la abogada Adriana Arboleda, miembro de la Corporación Jurídica Libertad (CJL), con este acto se quiso llamar la atención sobre un hecho que terminó afectando y recayendo directamente contra la población civil dejando un centenar de personas muertas y desaparecidas; además, la comuna sigue siendo escenario de paramilitarización, de control social y es necesario, precisa, dar una voz de aliento a una comunidad aterrorizada para denunciar estos hechos.

En la comuna 13 se habla de más de cien desapariciones forzadas. Recientemente Alias “Don Berna” reconoció que dicha operación fue diseñada y ejecutada conjuntamente entre miembros de la Cuarta Brigada del ejército y miembros del entonces Bloque Cacique Nutibara; por estos señalamientos, enfatiza la necesidad de que se abra investigación formal contra Mario Montoya Uribe y Leonardo Gallego, en ese entonces comandantes de la Cuarta Brigada y de la Policía metropolitana, respectivamente.
Por esos motivos, para la abogada Arboleda, es necesario insistir, desde los diversos espacios de incidencia política, que Colombia sigue siendo un país en guerra y que una opción fundamental es la apuesta por la solución política y negociada al conflicto armado interno para enfrentar sus causas, así como acompañar a las víctimas en la exigencia de sus derechos y fortalecer los procesos organizativos para enfrentar las situaciones de guerra.

La CJL acompaña a las víctimas mediante la representación en procesos penales a nivel nacional e internacional y acompaña en el proceso organizativo mediante el Movimiento nacional de víctimas de crímenes de estado, así como en el proceso de formación de las víctimas, para que puedan avanzar en sus exigencias al estado en su propia voz de garantía y reconocimiento de los derechos que les han sido negados.

A esos efectos, la Campaña Soy Comuna 13 reúne una serie de iniciativas que recogen la voz de ciudadanos de Medellín, cuyas reivindicaciones comprenden el objetivo principal de que exista investigación, juzgamiento y condena de los responsables de las instituciones que hace diez años adelantaron las operaciones Orión y Mariscal, so pretexto de recuperar el orden en una zona disputada por milicianos y paramilitares pertenecientes al Bloque Cacique Nutibara.


Mientras la marcha carnaval proseguía, y en medio del acompañamiento de miembros de la fuerza pública, Policía Nacional y Policía Militar, no tardó en conocerse que un miembro de la fuerza pública, vestido de civil, se encontraba grabando uno de los momentos más álgidos de la marcha: el momento previo al ingreso a la zona de escaleras eléctricas, donde se hacía una proclama política en honor a la dignidad de las víctimas de la comuna 13 y como uno de sus homenajes. Preguntado a uno de los miembros de la Personería, especialmente de Derechos Humanos, por qué no podía solicitarle que borrara la información grabada y no simplemente que guardara el equipo, este respondió que esa actividad no riñe con las funciones de policía y que lo que podría hacerse era identificarlo con su superior.

Plano Sur lamenta profundamente este hecho, puesto que con estas tácticas el Estado demuestra que su tónica frente a las reivindicaciones de derechos de víctimas sigue siendo el uso de una estrategia de desprestigio y estigmatización sobre quienes alzan su voz contra hechos de los que es directamente responsable, sin dejar de decir, además, que una vigilancia usando vestimenta civil, ya no es vigilancia sino espionaje, y de la más rancia estirpe.

La reivindicación de la memoria, la vida digna y en paz tienen que concebirse siempre como una demanda más que justa, una demanda natural de quienes nos asumimos seres políticos, ciudadanos que quieren reinado permanente de la justicia, no la del Estado, no la de sus órganos de fuerza ni judiciales, sino la de la gente que no quiere más la militarización permanente de su cotidiano.


Por su parte, para Robeiro Muñoz, del Colectivo Semillas de Libertad, expresa que mientras no exista una política integral seria de seguridad social que incluya trabajo, salud, vivienda y educación, aquí no se podrá lograr una paz, por así decirlo, integral.


Ya en el punto de llegada, Doña Nelly Vélez, una valiente madre de uno de muchos hombres fallecidos en medio del fuego disparado, según ella, por la fuerza pública, que se había impuesto en la zona que habitaba con de sus hijos, decidió compartir al equipo de Plano Sur el siguiente testimonio:

“En la comuna 13, por el lado de Los Conquistadores, entró supuestamente los milicianos, terminaron los milicianos pero siguieron los mismos porque cambiaron de nombre.

Y cuando la operación Orión, eso fue un miércoles, entraron los del ejército, y al jueves, supuestamente sacaron todos los milicianos, amanecimos con todo el ejército profesional, el que mandó Uribe para limpiar la comuna 13, es decir, sacar a los milicianos.

Elkin estudiaba, y ese día 17 de octubre, madrugó a estudiar, yo le dije que no fuera pero él dijo que ya estaban los soldados profesionales, que ya no teníamos peligro. Y cuando venía de estudiar, se encontró con el hermano, que le dijo que tenía que hacer una encuesta, lo acompañó y se fueron a hacerla cuando los cogió por allá la balacera por Belencito, y cuando iban entrando a la casa por el lado del solar para evitar los soldados que estaban al frente, estaban corriendo una puerta, y se encendió una balacera horrible, como matando un delincuente. Eso estaba lleno era del ejército que habían mandado, habían tanquetas, y esas balas venían de allá. Yo recogí balas, me volvieron la casa nada. De eso hace ya nueve años y nos dicen que hay que esperar. Por todos lados eso estaba lleno de ejército, lo que sí sé es que milicianos no fueron porque ya se habían ido. Para mí, fue el ejército, porque ellos eran los únicos que estaban allá. Él era seminarista capuchino, estaba en un receso, estudiaba y trabajaba. Y cuando lo mataron pues en El Colombiano salió que era una bala perdida, pero eso no fue una bala perdida, porque fue mucha la bala que le dieron y nosotras metidas debajo de la cama, las balas entraron hasta a la cocina, entre botellas de gaseosa. (…). Intentábamos sacarlo y medio salíamos cuando ya nos daban bala, bala y bala (…).

El comentario que yo escuché fue que limpiar el barrio era que a todo lo que se movía le dieran bala, ese día hubo muchos heridos, más muertos (…). La entrada del ejército no ayudó a la comunidad, ellos le daban era dizque a lo que se moviera (…)”.

Nueve años después para esta familia, diez, para otras, quedan muchas interrogantes aún; se sabe que hay cuerpos en la escombrera, pero nadie se atreve a desenterrarlos, y con ellos, a desentrañar la verdad lo sucedido, una verdad que, por lo pronto, se encuentra en la memoria de quienes perdieron a sus seres queridos en un conflicto que no les pertenece, y que dejó tras de sí una estela de muerte prodigada sin ton ni son.